Joan Miró, 52.5 × 75.5 cm, litografía en colores, sobre papel vitela Arches, 1976. Obra litográfica a cinco tintas con un dominio contundente del negro. Se intuye una figura que atendiendo al título sería de una anciana recostada, en posición contemplativa. En cualquier caso, el personaje responde al reflejo del universo mironiano.
Miró comenzó a experimentar con el grabado en la década de los 30 a través del pintor cubista Marcoussis, quien le introdujo en esta técnica. Fue durante esta etapa cuando empezó a ilustrar libros y cuadernos de poesía de poetas surrealistas y dadaistas como Tristan Tzara, práctica que mantuvo a lo largo de su carrera. Una figura clave en la formación del grabado en Miró fue el grabador americano William Hayter, pero fue con Jacques Frélaut cuando el artista ya se siente más seguro con la técnica y empieza a trabajar de manera más libre e improvisada. En 1956 se traslada a Mallorca y en el '59 adquiere su taller ''Son Boter'' donde producirá gran parte de su obra gráfica. A finales de los 50 sus obras son una explosión de colores, manchas y salpicaduras fruto de la improvisación y el azar que reflejan las influencias americanas de Jackson Pollock y el Expresionismo Abstracto. La década de los '70 será la etapa de mayor producción de grabados y litografías. La obra se encuentra en un estado óptimo. Fue vendida en 2010 y por ello enmarcada.
Joan Miró, 52.5 × 75.5 cm, litografía en colores, sobre papel vitela Arches, 1976. Obra litográfica a cinco tintas con un dominio contundente del negro. Se intuye una figura que atendiendo al título sería de una anciana recostada, en posición contemplativa. En cualquier caso, el personaje responde al reflejo del universo mironiano.