Llorenç Cerdà, 33 x 51 cm, óleo sobre tela. Paisaje marino mallorquín (primer tercio del siglo XX) del reconocido artista pollensino. Los colores azules y marrones predominan sobre una escena idílica. La composición es en diagonal donde el mar separa una zona lumínica de una oscura creando un contraste y cierto dinamismo; de ahí que toda la atención se la lleve el mar como punto de tensión.
Es una obra realizada en Mallorca y, posiblemente, pintada en los alrededores de su pueblo natal: Pollença. La datación aproximada es del primer tercio del siglo XX, ya que por esas fechas, había vuelto a la isla de manera permanente tras haber finalizado sus estudios en Madrid y Roma. En Roma fue cuando conoció a su amigo y también artista Joaquín Sorolla con el que comparte un claro interés por la plasmación de la luz. Por otro lado, no hay que olvidar que su serie más conocida es la de Cala Figuera que realizó en el verano de 1929 siguiendo la misma temática que esta obra: paisaje e importancia de la plasmación de la luz.
El paisaje está realizado dándole un claro protagonismo al mar y a las rocas cercanas a éste. La línea del horizonte está totalmente difuminada; se sabe dónde empieza el mar y dónde empieza el cielo, pero no dónde se juntan estos dos. La composición en diagonal está marcada por la compensación de fuerzas; se entiende, por lo tanto, que las rocas oscuras complementan a las iluminadas y viceversa.
El cuadro presenta una conservación óptima y está enmarcado en estilo clásico. Con una madera caoba está decorado con una cenefa exterior realizada en relieve.
Llorenç Cerdà, 33 x 51 cm, óleo sobre tela. Paisaje marino mallorquín (primer tercio del siglo XX) del reconocido artista pollensino. Los colores azules y marrones predominan sobre una escena idílica. La composición es en diagonal donde el mar separa una zona lumínica de una oscura creando un contraste y cierto dinamismo; de ahí que toda la atención se la lleve el mar como punto de tensión.